lunes, 20 de mayo de 2024

POR CELIA OTERO LEDO

Gonzalo Sánchez González, un emigrante gallego en la industria argentina

Argentina Sanchez G. Papa con sus padres y sus 8 hermanos web
Gonzalo Sánchez González, antes de emigrar con sus padres y sus 8 hermanos

Gonzalo Sánchez González, un emigrante gallego en la industria argentina

Cuando el vapor Formosa atracó en el puerto de Buenos Aires el 1 de Abril de 1951 desembarcó con 19 años recién cumplidos. Atrás había quedado, como dice la canción, Alén, su aldea, en la parroquia de Ansean, ayuntamiento de Lalín. De las cuatro casas que había en Alén, una se había vaciado. 

Hace más de setenta años, me dice, cuando nos encontramos en su departamento de Flores, uno de los tradicionales barrios de Buenos Aires, y aún me acuerdo algunas de las travesuras que hice allí, de niño.

Gonzalo Sánchez evoca su aldea y Soutullo, el sitio vecino en el que jugaban. Por entonces éramos un grupo de vecinos numeroso, hoy creo que en Alén viven once personas… en esto no es diferente, fue el proceso que atravesó el rural gallego, y que aún no se ha definido.

Argentina - Gonzalo recién inmigrado, con sus padres y 2 hermanas web

Con sus padres y 2 hermanas, recién llegado al país

Lo observo moverse con donaire, una elegancia que hace honor a su nombre de hidalgo, tiene casi 90 años, acota su hijo, allí presente, mientras lo nota ágil, cortés, atento a que no se enfrié el café y con buen humor. Un hombre feliz, pienso, esta persona ha logrado encontrar el equilibrio, la justa medida. Sin embargo, como en todo emigrante su historia debió tener escollos y pendientes, precipicios, y tormentas. Sólo que su templanza está incólume, la sostiene la alegría de los logros y la conciencia tranquila de quien ha privilegiado a su familia por encima de los intereses económicos.

-Mis padres, comienza a relatar, que ya no eran unos jóvenes, se radicaron unos años en Tolosa, una estación vecina a la ciudad de La Plata, allí vivía una hermana, en la familia de mi padre había ya una generación que emigraran antes. 

-Yo, en cambio, fui a Constitución, un barrio donde también predominaban los emigrantes. En realidad, por aquellos años, pocos eran los circuitos de Buenos Aires y de Argentina toda en que no se mezclaran hombres y mujeres provenientes de distintas partes del viejo mundo. Allí había un primo que tenía un taller, en el cual me incorporé. Alquilamos con mi hermana una habitación en un hotelito familiar de la calle Humberto Primo y Lima. Luego fui a otro taller, en Vernet y Doblas. 

Me resultó novedoso este comienzo no habitual en la vida laboral de los emigrados, Gonzalo no fue lavacopas, ni mozo y, alejado del comercio, se había incorporado a la vida industrial por entonces creciente, de industria liviana, es cierto, pero que por esa misma característica demandaba mucha mano de obra. 

Le pregunté entonces por sus recuerdos de la vida en la aldea, 

-Yo siempre pensé en tener mis cosas, dijo, muy seguro. Mi primer negocio lo hice a los diez años, con unos castiñeiros de un vecino, al que le ofrecí recoger todos los orizos, y aunque me destrocé las manos, luego fui a venderlos a los “señoritos de Lalìn”. Y entonces hice “mis pesetas” para comprar algo de ropa, unos zapatos. 

-Con doce años fui a trabajar en el ferrocarril, muy cerca estaban poniendo los rieles y luego que terminamos, me ofrecieron ir a Burgos para continuar las obras, pero en mi casa no me dejaron. Así fue que, hicimos con un colega amigo, buen dinero cortando durmientes, hasta los dieciocho años. 

-Me gustaba poco trabajar en el campo y mi padre era severo. Una vez, recuerdo que había que plantar muchas coles, repollos, todo lo que se cosechaba para comer en la casa. Yo quería salir a las andanzas de los mozos en las noches de fiesta, abrí la ventana y me tiré por ella, me vestí y salí. Y regresé de madrugada. Mi padre me descubrió y su forma de inculcarme la responsabilidad fue hacerme levantar a las seis de la mañana a trabajar. Así aprendí que, si uno quiere divertirse, el trabajo hay que cumplirlo. Las coles había que sembrarlas. 

Otra de las ideas frustradas de su familia fue que Gonzalo fuese sacerdote, “en una familia de nueve hermanos, es casi una necesidad social que uno de ellos fuese cura”, asegura muy serio. 

-Mis padres, a diferencia de otros, insistieron mucho en que fuéramos a clases, yo a veces me despistaba en el camino, junto a otros amiguitos, pero en general asistí bastante a la escuela, que era la típica de aldea. Con un maestro para todos los niños. 

-“Recuerdo mucho a Don Tomás”. Cuando Gonzalo comienza esta parte me parece escuchar una historia  extraída de La Lengua de las Mariposas.  

-Los vecinos prepararon un local, en casa de otro que lo prestó, lo acondicionaron, y en él, este maestro que había estado preso, por sus ideas, ponía escuela a los varones, y los labradores le pagaban su salario. No todos los vecinos comulgaban con las ideas del maestro, pero estuvieron de acuerdo en que era muy valioso y había que ayudarlo. Don Tomás, lo recuerdo severo y exigente, pero aún hoy le estoy muy agradecido. Aprendí mucho, la tarea debía estar perfecta o no se salía de clase, y los golpes de la vara de mimbre podían ser una alternativa para los traviesos o poco aplicados. 

-A mí me entusiasmaba la música, había una banda extremeña y yo, clandestinamente, estudiaba, o así me parecía, la trompeta. También me gustaba estar en las herrerías, como la de Mato o Sande. No me lo dice, pero luego supe que, “casualmente” en ese lugar vivía Maruxa, quien años después y ya en Argentina sería su esposa. 

Tal vez dio esos primeros pasos en el mundo de la industria aquel día, allí en Alén, que quiso tener una bicicleta y como no podían comprarla la hizo él con unas maderas. Su madre casi alucina cuando lo vio en la carretera moviéndose con ese extraño aparato que había inventado. Quizás ese día marcó su destino que lo llevó, allá cruzando el Atlántico, a participar de la naciente y pujante industria automotriz de los años 1960 en adelante. 

-Cuando estaba por entrar a la mili, mis padres decidieron emigrar. Y yo vine con el pasaporte de mi padre, no ilegal, eso no, pero camuflado en ese documento. 

-Después de trabajar en aquellos primeros talleres me hice socio de un primo en una fábrica de válvulas. Proveíamos a la industria del petróleo de Ensenada y Mendoza. Yo iba aprendiendo de lo que veía, siempre me gustó acompañarme de quienes sabían más y podían ser mis maestros. 

Argentina - Sanchez G. Su madre Marcelina con los hijos en Haedo web

Gonzalo Sánchez González con su madre, Marcelina, y algunos hermanos emigrados

En tres años Gonzalo logró comprar un terreno en Haedo y se propuso, y lo logró, hacer una casa para sus padres. Nada sabía de la construcción pero aprendió rápido y bien. Dedicó sus horas libres a poner ladrillo sobre ladrillo, él que venía de un mundo en que la piedra era el material básico. Se propuso que sus padres  dejaran de vivir “de prestado” en Tolosa, y tuvieran lo suyo, lo que su hijo les procuró. Allí, en Haedo, zona Oeste de las afueras de la ciudad de Buenos Aires, fueron a vivir, con su hermanita menor. Al mencionarla se le quiebra la voz: “la pobre murió a los quince años, de leucemia” y ese dolor fue el más grande que les conocí y que me acompaña hasta el presente. 

Su vida siguió en el mundo de la metalurgia, junto a  dos cuñados formaron una Cooperativa y trabajaban el bronce. 

-Todo trabajo me entusiasmaba, retoma con entusiasmo su vida de trabajos y emprendimientos, y cuando me iba era porque había otro mejor. De Wanora, la fábrica de tejedoras, pasé a una que hacía envases para vino.

Un día el encargado le ofreció otro lugar: no tenés nada que perder, le dijo. Y era cierto. Así recaló en José Ingenieros, muy cerca de Beiró y General Paz. Era un taller chico, pero el sueldo era bueno, hacían piezas para la industria automotriz, que por entonces estaba en auge.

-Gonzalo, lo interrumpo, hasta ahora todo ha rondado en torno al trabajo, pero su vida tuvo amores, o más bien dicho un amor. Las fotos que enmarcaban la elegante sala de estar eran la prueba de su matrimonio y del desarrollo de una vida familiar. 

-Ella se llamaba María Peña García, aunque todos la llamaban Maruja. 

Argentina - Sanchez G. Maruja, su amor y su esposa webMaruja, quien fue su amor y su esposa

En ese instante su voz cambió de tono. 

-Nuestros padres eran amigos ya en Galicia, y aquí nos encontramos en San Isidro en los bailes, fiestas y comidas en que los emigrantes reproducíamos la vida de las aldeas. 

-Creo que la conocías desde antes papá, y que ya “le habías echado el ojo” allá en tu tierra, acota su hijo, con mirada pícara. 

Seguramente habría escuchado esa conversación eterna durante una vida. Que si no me había fijado en ella, que si siempre me sacabas a bailar, y así Gonzalo y Maruja nunca aceptaron darse la razón y lo cierto es que la tuvieron ambos. Él asegurando que cuando la vio en el baile de San Isidro no la reconoció, ella poniendo en duda el hecho y queriendo recordarle que le hacía la corte desde lejos, en años y kilómetros.

-Es verdad, acepta ahora Gonzalo, al principio sólo bailábamos, luego nos encontrábamos, aunque hubo un tiempo en que desaparecí. Fue cuando murió mi hermana, yo estaba tan mal que no quise llevarle a ella nada que le hiciera daño. 

Sin embargo pudo más el amor y fue a buscarla. Antes del año se casaron y viajaron de luna de miel a Córdoba. 

Argentina - Sanchez G.Boda web

En su boda, con Maruxiña

-Maruja era costurera en una empresa, pero luego sólo se ocupó de las tareas de ama de casa, y en un tiempo de un negocio de mercería. “Pero por entretenerse”, dice Gonzalo, que no quiere perder su rol de patriarca y proveedor de su familia.

-Al principio alquilamos una habitación y una cocina, después compré un terreno en Haedo, porque la vivienda que le hiciera a mis padres era para ellos, y construí otra, ladrillo a ladrillo. Yo, que cuando vine de Galicia no había visto nunca uno, sólo piedras, hice mezcla, hormigón, coloqué pisos y cerámica, algunas cosas las aprendí mirando y otras imaginándolas. 

-Como todo en mi vida, nadie me regaló nada. Sólo obtuve lo que me procuraron mis manos y mi trabajo. De éste no me podía quejar, por entonces la industria automotriz en Argentina estaba sentando sus bases y con futuro, y en el taller comenzamos a hacer autopartes, las molduras en principio para IKA, Industrias Kaiser Argentina. 

Argentina - Sanchez G. Premiado por su trayectoria como empresario, en Madrid web

Premiado por su labor como empresario

El esmerado trabajo de Gonzalo fue el motivo por el cual le propusieron asociarse como copropietario de una cuarta parte de una pequeña empresa, pero que tenía futuro a desarrollar. Así fue como comenzó a ser empresario industrial, este hombre que pronto entendió que la base del progreso estaba en la inversión, dado que la tecnología cambiaba constantemente y había que adecuarse a la demanda de calidad de grandes empresas, como Fiat, Citroën, Renault, Ford y otras del ramo.

-Se necesitaban máquinas, nos encargaban paragolpes para un nuevo modelo de Fiat, el 1600, y la matricera no sale de un martillo y un cincel.  

En los años 1960, 70 y 80 visitó Detroit, Inglaterra, Alemania, Suiza e Italia y en España: Bilbao, observando las grandes exposiciones industriales y adquiriendo maquinarias. 

Argentina - Sanchez G. En su primer viaje a Detroit en 1967 webEn su primer viaje a Detroit, en busca de equipar su empresa (1967)

-Una vez compré una máquina de más de un millón  de dólares, era para hacer herramientas, pues todas las autopartes que nos encargaban requerían que se fabricaran  de calidad, con controles. 

En esos vericuetos de un país que vive en el subibaja de las crisis y las ondas expansivas Gonzalo surfeó olas de todo tipo. Llegó a ser socio del cincuenta por ciento. Después resolvió comprarla, previo cónclave familiar, para saber si sus hijos, por entonces muy jóvenes, lo iban a acompañar en el proyecto. Tuvo el beneplácito de los dos y el de su esposa, quien siempre fue el cable a tierra y la gran contenedora de este huracán que a nada le decía que no y que se había adentrado en un mundo totalmente desconocido con su afán de aprender. Incansable emprendedor y entusiasta de todo lo que pudiera ser nuevo.

Así fue como nació su propia empresa, FAMM, en la que tenía casi doscientos obreros e incluso diversificó sus actividades con otras de ramos totalmente distintos…

Nada parecía frenarlo, por entonces ya había comprado un departamento en Miramar, una de las playas de la costa atlántica argentina, para que en los veraneos se reuniera toda la familia, hermanos, sobrinos: Gonzalo disfrutaba de tener a su alrededor a los de su sangre. 

Argentina - Sanchez G. Gonzalo con un hermano y algunos sobrinos en el campo del Centro Lalin, Agolada y Silleda en 2014 web

Con su hermano y algunos sobrinos, en el campo del Centro Lalín en San Isidro

En la conversación técnica se hallaba muy cómodo, me costaba llevarlo a la temática de sentimientos, sin embargo en un momento miró la foto de sus padres y su hermana, quien había fallecido siendo casi una niña, y recordó su primer regreso a la aldea. 

-Fue en 1984, dijo, y algo muy especial. Yo estaba solo en España por temas de la industria pero mi esposa e hijos insistieron en que no me volviera sin pisar mi tierra. Recuerdo que llegué de noche, en el tren de Madrid, estaba muy emocionado, no le había avisado a nadie que iba. Busqué la casa de mi hermana Carmen, cuando estaba mirando para la puerta salió quien luego supe que era mi sobrino y lo que me sorprendió fue que me reconociera, por las fotos, porque él no había nacido cuando yo me marchara. Fue un abrazo interminable, en la cocina, donde Carmen estaba haciendo chocolate, ideal para ese frío. La noche duró tanto que la imagino interminable, porque en ella viví el reencuentro con mi hermana y luego, de madrugada, fuimos  a la casa de otro hermano a darle también la sorpresa… y seguir sin dormir, hablando, abrazándonos, como si nunca hubiese partido de allí. Donde está la sangre y la familia no existe la distancia ni el tiempo. Hubo otros viajes pero aquél fue el que nunca olvidaré. 

Argentina - Sanchez G. Con vecinos y familia en su primer viaje a Galicia después de la migracion web

En su primer viaje a Galicia, con vecinos y familia

Gonzalo vuelve al tema empresarial, en él se siente menos vulnerable, cuenta que con alguno de sus hermanos incursionó en la construcción. 

-Ellos se dedicaban a eso y yo invertía y todos progresábamos. Se hizo un edificio de departamentos en el Barrio de Flores, otro para hotel en la misma zona, que aún conservo.  

La rueda de la economía Argentina rodó hasta que en el 2001, la crisis  fue un vendaval, se llevó muchos de sus sueños, proyectos y bienes. 

Él fue un hombre tan fiel a lo suyo que no quiso apartarse de lo productivo para dedicarse a comerciar. Y eran tiempos en que la importación de bienes iba desplazando a los fabricados en el país, las políticas de esa época  no corrían en el mismo sentido de los ideales de emprendedor de Gonzalo. Por ello la crisis lo encontró con inversiones a medio hacer, pagadas parcialmente, y de las que nunca pudo concretar ni recuperar el dinero…  y una fábrica para cerrar.

-No fue fácil para papá salir de la depresión en que lo sumió esa crisis. Temimos no poder recuperarlo, lo encontrábamos casi demolido, literalmente, en el piso de su fábrica, esa que había levantado paso a paso y a la que había visto crecer. 

El hijo recuerda y Gonzalo asiente a alguno de los operarios, que se negaba a estudiar, por falta de horarios disponibles, y fue impulsado por él, adaptando un turno especial por la noche, “para que el chico estudie” eso es lo importante. Y así fue, ese muchacho se graduó de abogado. 

-Todo eso es mi padre, un hombre de acción y de exigencias pero sensible, que buscaba su progreso y el de quienes lo merecen. 

-En unos años y gracias a que el hotel se había conservado, y aunque lo administraban sus hermanos, le permitía tener un lugar en que ocupar productivamente su tiempo, entonces logramos ver que se ponía nuevamente en pie.

“Tantas veces me mataron y otras tantas reviví, dice la canción”. Pero le faltaba el golpe más fuerte. Maruja enfermó. Esa muchacha que él negaba haber conocido en los bailes de la parroquia, pero que después  de afirmar que nunca la había visto, me contaba cómo se había escondido detrás de un arbusto, luego de tomarse a golpes de puño con algún mozo que le parecía pretenderla. Esa muchacha con la que había pasado su luna de miel en Córdoba y al volver no podían retirar un peso del banco porque la huelga duró más de dos meses, la misma que le dio dos hijos.-

- Y al menor lo conocí muchas horas después, yo estaba trabajando y como era de apuro el pedido de una automotriz importante, no me avisaron que estaba de parto mi mujer. Cuando llegué a casa “el muchacho ya casi caminaba”, exagera y sonríe. El padre protector, aunque firme, la madre contenedora aunque de carácter... Ese fue el entorno de su familia.

Gonzalo supo hacerle la casa a sus padres, construir la propia, y ayudarles a construir su vivienda a los suegros, y a una cuñada que enviudó muy joven, tanto hizo que sus hijos aseguran que “toda mi infancia y adolescencia la recuerdo en obra. Cuando terminaba una parte ya emprendía otra”. 

Argentina - Sanchez G. Con los hermanos que migraron a la Argentina web

Con los hermanos que emigraron a Argentina

-Estuvimos con papá en la empresa hasta los años 1999 en que las importaciones hacían inviable el negocio, y menos para los tres. Pero él se quedó hasta último momento, siempre creyó en un país con modelo de desarrollo, y crecimiento basado en la tecnología. Él, que cuando quiso una bicicleta la hizo de ramas de los arbustos de su aldea. ¿Cómo no entenderlo? Si se fue a poner durmientes de ferrocarril a los doce años… 

Gonzalo Sánchez González, lo observo con su porte actual, de caballero que mira para adelante y con optimismo, con el mismo que se autoimponía la idea de que su esposa no estaba tan mal como decían, que ya mejoraría. Y Maruja esperó a despedirse con un abrazo de sus hijos para partir, pero Gonzalo me muestra con optimismo el balcón inmenso, pleno de macetas con, “las plantas de su Maruja”. También hay muchas flores  y me aclara que siempre compra las que más le gustaban a ella. 

Deja la melancolía para programar salidas con sus nietos, que aunque ya adultos, buscan al abuelo compinche, no porque lo acompañen, sino porque disfrutan de su vitalidad y su empuje.

Cuando me despide ya no es el mismo que me recibió. Advierto que el tiempo, y tal vez Maruja, desde donde lo esté aconsejando, le han ayudado a expresar sentimientos, 

-Algo que “me costaba mucho”, usted sabe cómo nos criamos allá. Hay que ser fuertes. Y lo somos, pero entendí que la fortaleza está en otras cosas. Sobre todo valoro el clan familiar. Y recuerdo con nostalgia y cariño mi paso por las instituciones de la colectividad, como el Centro Lalín Agolada y Silleda, en el que incluso fui presidente cuatro años, desde 1994 hasta 1998. 

Argentina - Sanchez. G. Con su hermano Marcial, ambos fueron presidentes del Centro Lalin web

Con su hermano Marcial, ambos fueron presidentes del Centro Lalín, Agolada y Silleda en Buenos Aires

Como un caballero que es, me abre la puerta del ascensor, y vuelve a ofrecerme su casa y su amistad. Me fui por la calle Lautaro, pensando cuán pequeño es el mundo, porque a doscientos metros de donde pasa sus últimos años Gonzalo Sánchez, viví yo alguna vez. Me asaltan la memoria los versos de Sui Géneris; “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad, guardaba todos mis sueños en castillos de cristal”. 

Argentina - Sanchez G. En la entrevista web

Gonzalo Sánchez González, estrenando 90 años, durante la entrevista

La Avenida Rivadavia, esa que dicen que es la más larga del mundo, me espera con sus luces y ruidos, desde el balcón de su cuarto piso, lo veo saludarme agitando la mano, aunque tal vez alguna lágrima se le escurra pensando en su aldea, muy vecina a la mía, y en este Buenos Aires en que organizó su vida, tan llena de frutos como los oruxos de las castañas que recogió rompiéndose las manos, justo en un mes como éste, el del magosto. 

Celia Otero Ledo, noviembre de 2021